« Pero la lectura silenciosa trajo consigo otro peligro (…) Un libro que puede leerse en privado, sobre el que se reflexiona a medida que el ojo desentraña el significado de las palabras, no está ya sujeto a inmediata aclaración o asesoramiento (…) »
Según Alberto Manguel, la lectura silenciosa sólo se generalizó en el siglo X. Antes, la lectura se hacía normalmente en voz alta y en grupo. Una evolución ligada al aparecimiento de reglas de puntuación, gracias a las cuales el sonido ya no es necesario para distinguir las palabras. A su vez, la lectura silenciosa favore el pensamiento individual del lector, ya no más sometido a la tutela de quienes se pretenden detentores del saber. Ver también « Manguel sobre lectura y mundo » ; acercamiento posible con « Macé sur lecture et vie » y con « Ouaknin sur la lecture« .
« La antigua escritura sobre pergaminos -que ni separaba las palabras ni distinguía entre minúsculas y mayúsculas ni utilizaba puntuación- estaba destinada a personas acostumbradas a leer en voz alta, que permitían al oído desentrañar lo que sólo era para el ojo una sucesión ininterrumpida de signos. » (p.107)
« La separación de las letras en palabras y frases se produjo de manera muy gradual. La mayoría de los sistemas primitivos —los jeroglíficos egipcios, la escritura cuneiforme sumeria, el sánscrito— no utilizaban tales divisiones. » (p.109)
« En el siglo IX la lectura silenciosa era probablemente lo bastante habitual como para que los escribas o copistas, para simplificar el uso de un texto, empezaran a separar cada palabra de sus entrometidas vecinas (…) Hacia la misma época, los escribas irlandeses (…) empezaron a aislar no sólo partes del discurso, sino también los componentes gramaticales de una frase e introdujeron muchos de los signos de puntuación que utilizamos hoy en día. » (p.110)
« (…) por medio de la lectura silenciosa el lector era por fin capaz de establecer una relación sin restricciones con el libro y las palabras. Estas últimas no necesitaban ya ocupar el tiempo requerido para pronunciarlas. Podían existir en un espacio interior (…) mientras los pensamientos del lector las inspeccionaban con calma, sacando de ellas nuevas ideas (…) (p.113)
« A algunos dogmáticos les inquietó la nueva tendencia; para ellos la lectura silenciosa permitía soñar despierto, creando el peligro de la acidia, el pecado de la pereza, « mortandad que devasta en pleno día. » {ver Giannini sobre el aburrimiento} « Pero la lectura silenciosa trajo consigo otro peligro (…) Un libro que puede leerse en privado, sobre el que se reflexiona a medida que el ojo desentraña el significado de las palabras, no está ya sujeto a inmediata aclaración o asesoramiento, ni a condena o censura por parte de un oyente. » (p.113-114)