« (…) que no es buena la murmuración, aunque haga reír a muchos, si mata a uno; »
El siglo de oro —época de delación institucionalizada— habrá sido quizás el más murmurador y malediciente de la historia española. Así parecen haberlo comprendido los autores satíricos de entonces y el mismo Cervantes, que más de una vez abordó el asunto. En « El coloquio de los perros » dota de palabra a dos animales, Berganza y Cipión, que aprovechan este don inesperado para denunciar las lacras morales de la sociedad. Como Berganza tiene cierta inclinación hacia la murmuración, Cipión se ve obligado a llamarlo al orden. Reproducimos aquí uno de sus diálogos, donde el autor subraya la dificultad de abstenerse de murmurar.
Ver también Cervantes sobre la malediciencia, Enríquez Gómez sur l’Inquisition.
« CIPIÓN. Por haber oído decir que dijo un gran poeta de los antiguos que era difícil cosa el no escribir sátiras, consentiré que murmures un poco de luz y no de sangre; quiero decir que señales y no hieras ni des mate a ninguno en cosa señalada: que no es buena la murmuración, aunque haga reír a muchos, si mata a uno; y si puedes agradar sin ella, te tendré por muy discreto.
« BERGANZA. Yo tomaré tu consejo y esperaré con gran deseo que llegue el tiempo en que me cuentes tus sucesos; que de quién tan bien sabe conocer y enmendar los defectos que tengo en contar los míos, bien se puede esperar que contará los suyos de manera que enseñen y deleiten al mismo punto. » (p. 276)
Fuente: Miguel de Cervantes, El coloquio de perros in Novelas Ejemplares, Ediciones Vicens Vives, 2003.